En este artículo, los autores compararon dos métodos de estudio de la alimentación del lobo con el fin de distinguir las presas consumidas como carroña de las que fueron atacadas con vida. El estudio fue publicado en la revista Galemys en el año 2000. Galemys, Spanish Journal of Mammalogy, es la revista oficial de la SECEM (Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos) que publica artículos y notas breves originales bajo el formato Open Access, redactados en español o inglés y que versan sobre cualquier tema relacionado con los mamíferos, preferentemente de la Península Ibérica, Islas Baleares y Canarias.
Los autores y otros datos del artículo:
Urios, V., C. Vilà and J. Castroviejo (2000). «Estudio de la incidencia real de la depredación del lobo en la ganadería comparando dos métodos distintos.» Galemys 12 (8): 241-248.
En España los daños que los lobos producen a la cabaña ganadera varían con intensidad según la zona, el tipo de ganado y la densidad de los lobos presentes. La relación entre daños y número de lobos varía según la disponibilidad de presas salvajes y la cantidad de ganado existente. Un problema a la hora de valorar los daños achacados a los lobos es poder verificar realmente la declaración de los ganaderos, que el autor ha sido el lobo y que cuando se estudia su alimentación por medio de estómagos o excrementos el ganado no ha sido consumido como carroña (Llaneza, 1997).
El objetivo del estudio fue obtener datos de la totalidad de los ataques al ganado en el área donde se estudió la alimentación y la ecología espacial, con el fin de delimitar sus características y ver si correspondían tanto cuantitativamente como mensualmente con los datos de alimentación.
El área de estudio se situó en el NO de la Península Ibérica, en un espacio de unos 4000 km2 situado entre las poblaciones de León y Zamora.
Las metodologías que se compararon fueron:
- el análisis de excrementos (un total de 1163 recogidos en un período aproximado de 3 años) con el objetivo de cuantificar el consumo de ganado (Urios, 1995) y
- entrevistas personales. Durante todos los meses de los años transcurridos entre 1987 y 1990 (ambos incluidos) se entrevistó a todos los pastores y propietarios de rebaños de un total de 12 municipios del área de estudio, que constituyeron una media de entre 1500 y 2000 reses con una media de 100 cabezas por rebaño, (algunos pueblos tuvieron varios). En cada entrevista se completó una ficha con los siguientes datos: número de veces que el lobo atacó al ganado en el último mes, depredación del lobo en la ganadería, el día y la hora del ataque y si se produjo con éxito, se especificaron los daños.
Todos los datos se refirieron a ovejas y en menor medida a cabras porque fueron menos numerosas. Las vacas y los caballos sólo se usaron como animales de tracción y estuvieron estabulados de forma continua.
RESULTADOS
En los excrementos de detectó la presencia de cabras en el 7,6% de los casos y de ovejas en el 15,2%. En términos de biomasa, el consumo de ganado representó el 23,7%, siendo el 15,7% de ovejas y el 8% de cabras.
De los 82 ataques registrados, el 70% ocurrieron entre noviembre y febrero y el 76% de ellos se produjeron entre las 16h 30′ y las 18h (Urios et al., 1993a; Urios et al., 1993b). Del total de 82 ataques, en 25 ocasiones no hubo depredación y en 57 sí (mínimo de 1 cabra o oveja y máximo de 30 por ataque). De estos 57 ataques, 9 se realizaron a rebaños sin pastor a su cuidado en el momento del ataque, que provocaron la muerte de entre 1 y 30 ovejas o cabras por ataque. Sumando un total de 76 reses muertas. En las 48 ocasiones restantes sí que hubo un pastor a su cuidado, causando un total de 120 muertes, de entre 1 y 14 cabezas por ataque.
INTERPRETACIÓN DE LOS DATOS SEGÚN LOS AUTORES
Según los autores, los datos mostraron con claridad que en el área de estudio el número de ataques fue muy bajo a pesar de que el ganado constituyó el 22,8% de la presencia total en los excrementos, de lo que se deduce que debieron ser consumidas casi en su totalidad como carroña. Confirmó esta hipótesis el hecho de que la mayor parte de los ataques se produjeron entre las 13’30 y las 18h (76 de 88). Las horas en la que se detectó la menor probabilidad en la zona, según el ciclo de actividad diaria del lobo (Vila, 1993), cabe resaltar que durante los seguimientos de los lobos radiomarcados, se observó como el rebaño se dirigió al lugar de encame de los lobos (en el que llevaban varias horas) y los perros lo levantaron, lo que llevó al pastor a interpretarlo como un ataque.
El que los ataques tuviesen lugar a las horas indicadas es debido principalmente a que el ganado estuvo encerrado entre las 19h y las 8 h del día siguiente, aproximadamente. Por otro lado, también se detectó que la mayoría de los ataques se produjeron cuando el rebaño se dirigió a los pastos o cuando regresó al redil ya por la tarde. Pudo ser porque el rebaño fue más vulnerable cuando estuvo en movimiento a causa de una menor vigilancia por parte del pastor y sus perros y a las ovejas que parieron y se quedaron más atrás del grupo.
Según los autores, los mastines realizaron una gran labor en cuanto a la defensa del ganado. No se registró ningún ataque con éxito en rebaños que tuvieron al menos 2 mastines adultos, o perros grandes suficientes (5 ó 6).
El hecho de que la distribución de los ataques fuese en los meses de noviembre a febrero podría tener varias explicaciones:
- las necesidades energéticas del grupo alcanzó su máxima en estas fechas, antes de la independencia de los jóvenes, etapa en las que incrementan sus necesidades de alimento
- la falta de presas jóvenes y fáciles de capturar durante el invierno y
- la coincidencia de las primeras tentativas de caza de los jóvenes que no conocen el peligro de atacar los rebaños y que podría llevarles a buscar presas fáciles y llamativas.
Destacaron, que aunque no se pudo cuantificar, la realidad del bajo número de ataques al ganado en zonas como la del estudio (con presas alternativas como el corzo y el jabalí) y la concentración de estos ataques en determinados meses, debería conllevar la reinterpretación de los datos sobre consumo de ganado en el sentido en que se asigna habitualmente como matados por el lobo a los restos encontrados de cadáveres o los datos obtenidos por análisis de excrementos o estómagos (García-Gaona et al., 1987). Se debería interpretar que fueron consumidos como carroña.
Si asumimos que, si se dan circunstancias favorables, los lobos matan más de lo necesario, habría que exponer hipótesis que expliquen este comportamiento. Una de las más aceptadas es que, de este modo, los lobos dispondrían de carne de reserva para cuando hubiera escasez, en especial en las etapas en las que las temperaturas son bajas, y que este comportamiento fue seleccionado a través de la evolución. Pero esto debería estar originado por dos aspectos:
- El único fin de la caza del lobo no es el de conseguir alimento, sino que existe una parte de actividad lúdica propiamente dicha y de cohesión social que hay que tener en cuenta; es decir, que pueden cazar sin necesidad, al contrario que otros predadores (Urios, 1996).
- El estímulo de gran intensidad que puede suponer para un predador la visión de una presa aparentemente tan fácil de capturar como una oveja. Todos los procesos que llevan a cargo los predadores a la hora de seleccionar presas con algún tipo de discapacidad se dispararían provocando más muertes de las necesarias.
En todo el tiempo que duró el estudio sólo se dio un episodio de tales características, a causa del abandono del ganado durante la noche en el monte por parte de una vecina inexperta en el manejo del ganado (que fue de 300 ovejas). Al volver por la noche se dejó 135 ovejas en el monte y los lobos mataron 28. Este dato no fue aislado y coincidió con otros en cuanto a que las lobadas se produjeron cuando el ganado estuvo sólo. Por lo tanto se pudo confirmar que una de las mejores soluciones para evitar las lobadas fueron: vigilar el ganado, mantenerlo encerrado de noche y tener siempre dos o más mastines a su cuidado.
En conclusión, en zonas con disponibilidad de suficientes presas salvajes y un manejo ganadero adecuado, los ataques al ganado fueron despreciables aunque éste sí formó una parte importante de la dieta en forma de carroña.
REFERENCIAS
García J. F., F. González, O. Hernández, J. Naves, Solanas and J. C. del Campo (1987). “La alimentación del lobo (Canis lupus) en el Principado de Asturias y su incidencia en la cabaña ganadera”. II jornadas de estudio y debate «El lobo ibérico». Salamanca 1987.
Llaneza, L. (1997). “Aproximación a la problemática de los daños atribuidos al lobo”. Veteriana y fauna salvaje: 55-82. Tomo II. Ed. Colegio Oficial de Veterinarios de Zamora.
Urios, V. (1996). “Eto-ecología de la depredación del lobo Canis lupus signatus en el NO de la Península Ibérica”. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona.
Urios, V., C. Vilà and J. Castroviejo (1993a). “Time distribution of iberian wolf (Canis lupus signatus) predation on livestock”. Abstracts of XXIII International Ethological Conference. Torremolinos. España.
Urios, V., C. Vilà and J. Castroviejo (1993b). “Relevance in the diet and time distribution of iberian wolf predation on livestock”. Procedings of International wildlife Management Congress. Costa Rica.
Vila, C. (1993). “Aspectos morfológicos y ecológicos del lobo ibérico (Canis lupus)”. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona.