Incidencia real de la depredación del lobo en la ganadería

En este artículo, los autores compararon dos métodos de estudio de la alimentación del lobo con el fin de distinguir las presas consumidas como carroña de las que fueron atacadas con vida. El estudio fue publicado en la revista Galemys en el año 2000. Galemys, Spanish Journal of Mammalogy, es la revista oficial de la SECEM (Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos) que publica artículos y notas breves originales bajo el formato Open Access, redactados en español o inglés y que versan sobre cualquier tema relacionado con los mamíferos, preferentemente de la Península Ibérica, Islas Baleares y Canarias.

Los autores y otros datos del artículo:

Urios, V., C. Vilà and J. Castroviejo (2000). «Estudio de la incidencia real de la depredación del lobo en la ganadería comparando dos métodos distintos.» Galemys 12 (8): 241-248.

En España los daños que los lobos producen a la cabaña ganadera varían con intensidad según la zona, el tipo de ganado y la densidad de los lobos presentes. La relación entre daños y número de lobos varía según la disponibilidad de presas salvajes y la cantidad de ganado existente. Un problema a la hora de valorar los daños achacados a los lobos es poder verificar realmente la declaración de los ganaderos, que el autor ha sido el lobo y que cuando se estudia su alimentación por medio de estómagos o excrementos el ganado no ha sido consumido como carroña (Llaneza, 1997).

El objetivo del estudio fue obtener datos de la totalidad de los ataques al ganado en el área donde se estudió la alimentación y la ecología espacial, con el fin de delimitar sus características y ver si correspondían tanto cuantitativamente como mensualmente con los datos de alimentación.

El área de estudio se situó en el NO de la Península Ibérica, en un espacio de unos 4000 km2 situado entre las poblaciones de León y Zamora.

Las metodologías que se compararon fueron:

  1. el análisis de excrementos (un total de 1163 recogidos en un período aproximado de 3 años) con el objetivo de cuantificar el consumo de ganado (Urios, 1995) y
  2. entrevistas personales. Durante todos los meses de los años transcurridos entre 1987 y 1990 (ambos incluidos) se entrevistó a todos los pastores y propietarios de rebaños de un total de 12 municipios del área de estudio, que constituyeron una media de entre 1500 y 2000 reses con una media de 100 cabezas por rebaño, (algunos pueblos tuvieron varios). En cada entrevista se completó una ficha con los siguientes datos: número de veces que el lobo atacó al ganado en el último mes, depredación del lobo en la ganadería, el día y la hora del ataque y si se produjo con éxito, se especificaron los daños.

Todos los datos se refirieron a ovejas y en menor medida a cabras porque fueron menos numerosas. Las vacas y los caballos sólo se usaron como animales de tracción y estuvieron estabulados de forma continua.

RESULTADOS

En los excrementos de detectó la presencia de cabras en el 7,6% de los casos y de ovejas en el 15,2%. En términos de biomasa, el consumo de ganado representó el 23,7%, siendo el 15,7% de ovejas y el 8% de cabras.

De los 82 ataques registrados, el 70% ocurrieron entre noviembre y febrero y el 76% de ellos se produjeron entre las 16h 30′ y las 18h (Urios et al., 1993a; Urios et al., 1993b). Del total de 82 ataques, en 25 ocasiones no hubo depredación y en 57 sí (mínimo de 1 cabra o oveja y máximo de 30 por ataque). De estos 57 ataques, 9 se realizaron a rebaños sin pastor a su cuidado en el momento del ataque, que provocaron la muerte de entre 1 y 30 ovejas o cabras por ataque. Sumando un total de 76 reses muertas. En las 48 ocasiones restantes sí que hubo un pastor a su cuidado, causando un total de 120 muertes, de entre 1 y 14 cabezas por ataque.

INTERPRETACIÓN DE LOS DATOS SEGÚN LOS AUTORES

Según los autores, los datos mostraron con claridad que en el área de estudio el número de ataques fue muy bajo a pesar de que el ganado constituyó el 22,8% de la presencia total en los excrementos, de lo que se deduce que debieron ser consumidas casi en su totalidad como carroña. Confirmó esta hipótesis el hecho de que la mayor parte de los ataques se produjeron entre las 13’30 y las 18h (76 de 88). Las horas en la que se detectó la menor probabilidad en la zona, según el ciclo de actividad diaria del lobo (Vila, 1993), cabe resaltar que durante los seguimientos de los lobos radiomarcados, se observó como el rebaño se dirigió al lugar de encame de los lobos (en el que llevaban varias horas) y los perros lo levantaron, lo que llevó al pastor a interpretarlo como un ataque.

El que los ataques tuviesen lugar a las horas indicadas es debido principalmente a que el ganado estuvo encerrado entre las 19h y las 8 h del día siguiente, aproximadamente. Por otro lado, también se detectó que la mayoría de los ataques se produjeron cuando el rebaño se dirigió a los pastos o cuando regresó al redil ya por la tarde. Pudo ser porque el rebaño fue más vulnerable cuando estuvo en movimiento a causa de una menor vigilancia por parte del pastor y sus perros y a las ovejas que parieron y se quedaron más atrás del grupo.

Según los autores, los mastines realizaron una gran labor en cuanto a la defensa del ganado. No se registró ningún ataque con éxito en rebaños que tuvieron al menos 2 mastines adultos, o perros grandes suficientes (5 ó 6).

El hecho de que la distribución de los ataques fuese en los meses de noviembre a febrero podría tener varias explicaciones:

  1. las necesidades energéticas del grupo alcanzó su máxima en estas fechas, antes de la independencia de los jóvenes, etapa en las que incrementan sus necesidades de alimento
  2. la falta de presas jóvenes y fáciles de capturar durante el invierno y
  3. la coincidencia de las primeras tentativas de caza de los jóvenes que no conocen el peligro de atacar los rebaños y que podría llevarles a buscar presas fáciles y llamativas.

Destacaron, que aunque no se pudo cuantificar, la realidad del bajo número de ataques al ganado en zonas como la del estudio (con presas alternativas como el corzo y el jabalí) y la concentración de estos ataques en determinados meses, debería conllevar la reinterpretación de los datos sobre consumo de ganado en el sentido en que se asigna habitualmente como matados por el lobo a los restos encontrados de cadáveres o los datos obtenidos por análisis de excrementos o estómagos (García-Gaona et al., 1987).  Se debería interpretar que fueron consumidos como carroña.

Si asumimos que, si se dan circunstancias favorables, los lobos matan más de lo necesario, habría que exponer hipótesis que expliquen este comportamiento. Una de las más aceptadas es que, de este modo, los lobos dispondrían de carne de reserva para cuando hubiera escasez, en especial en las etapas en las que las temperaturas son bajas, y que este comportamiento fue seleccionado a través de la evolución. Pero esto debería estar originado por dos aspectos:

  1. El único fin de la caza del lobo no es el de conseguir alimento, sino que existe una parte de actividad lúdica propiamente dicha y de cohesión social que hay que tener en cuenta; es decir, que pueden cazar sin necesidad, al contrario que otros predadores (Urios, 1996).
  2. El estímulo de gran intensidad que puede suponer para un predador la visión de una presa aparentemente tan fácil de capturar como una oveja. Todos los procesos que llevan a cargo los predadores a la hora de seleccionar presas con algún tipo de discapacidad se dispararían provocando más muertes de las necesarias.

En todo el tiempo que duró el estudio sólo se dio un episodio de tales características, a causa del abandono del ganado durante la noche en el monte por parte de una vecina inexperta en el manejo del ganado (que fue de 300 ovejas). Al volver por la noche se dejó 135 ovejas en el monte y los lobos mataron 28. Este dato no fue aislado y coincidió con otros en cuanto a que las lobadas se produjeron cuando el ganado estuvo sólo. Por lo tanto se pudo confirmar que una de las mejores soluciones para evitar las lobadas fueron: vigilar el ganado, mantenerlo encerrado de noche y tener siempre dos o más mastines a su cuidado.

En conclusión, en zonas con disponibilidad de suficientes presas salvajes y un manejo ganadero adecuado, los ataques al ganado fueron despreciables aunque éste sí formó una parte importante de la dieta en forma de carroña.

REFERENCIAS

García J. F., F. González, O. Hernández, J. Naves, Solanas and J. C. del Campo (1987). “La alimentación del lobo (Canis lupus) en el Principado de Asturias y su incidencia en la cabaña ganadera”. II jornadas de estudio y debate «El lobo ibérico». Salamanca 1987.

Llaneza, L. (1997). “Aproximación a la problemática de los daños atribuidos al lobo”. Veteriana y fauna salvaje: 55-82. Tomo II. Ed. Colegio Oficial de Veterinarios de Zamora.

Urios, V. (1996). “Eto-ecología de la depredación del lobo Canis lupus signatus en el NO de la Península Ibérica”. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona.

Urios, V., C. Vilà and J. Castroviejo (1993a). “Time distribution of iberian wolf (Canis lupus signatus) predation on livestock”. Abstracts of XXIII International Ethological Conference. Torremolinos. España.

Urios, V., C. Vilà and J. Castroviejo (1993b). “Relevance in the diet and time distribution of iberian wolf predation on livestock”. Procedings of International wildlife Management Congress. Costa Rica.

Vila, C. (1993). “Aspectos morfológicos y ecológicos del lobo ibérico (Canis lupus)”. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona.

 

Grandes carnívoros que matan ganado: ¿realmente existen los “individuos problemáticos”?

El trabajo fue publicado en la revista Wildlife Society Bulletin en el año 1999.  En el año 2015  (aún no están disponibles los datos para el año 2016), la revista Wildlife Society Bulletin tuvo un «Factor de Impacto» de 0,781. La siguiente tabla muestra la clasificación de la revista en su categoría temática en función de este parámetro en el año 2015 (Journal Citation Reports, 2016).

Categoría de la revista

Total de revistas Posición de la revista Cuartil

Zoología

125 49 Q2
Conservación de la biodiversidad 48 32

Q3

Ecología 124 74

Q3

Los autores y otros datos del artículo:

Linnell, J., J. Odden, M. Smith, R. Aanes and S. Swenson (1999). «Large carnivores that kill livestock: do ‘‘problem individuals’’ really exist?». Wildlife Society Bulletin 27: 698-706.

Conceptualmente, existen dos categorías de individuos problemáticos dependiendo de la escala de la matriz de distribución ganado-carnívoro. En una matriz de “grano-grueso”, en la que la mayoría de los carnívoros no disponen de ganado dentro de sus territorios, un animal problemático puede ser cualquier individuo que se encuentre en un lugar inapropiado (tipo 1). Sin embargo, en un matriz de “escala fina”, donde todos los individuos tienen ganado dentro de sus territorios, un individuo problemático sería aquel que mata más ganado por encuentro que otros individuos (tipo 2). La asunción subyacente del paradigma del “individuo problemático” es que sólo una pequeña proporción de los individuos de una población de carnívoros es la responsable de la mayoría de las depredaciones de ganado. Esta asunción en raras ocasiones, si es que se ha hecho, se ha comprobado. En esta revisión, los autores examinaron la evidencia a favor o en contra de la existencia de individuos o grupo demográfico, dentro de una población de carnívoros, que pueden matar una desproporcionada cantidad de ganado.

¿Juveniles inexpertos o adultos enfermos?

El ganado doméstico ha perdido virtualmente todos sus ancestrales comportamientos antidepredadores, y representan una presa relativamente fácil de matar cuando se compara con especies silvestres de tamaño similar. Por ello, se ha esperado que depredadores juveniles, viejos o adultos enfermos aprovechen la ventaja de este recurso y ataquen al ganado con mayor frecuencia que los ejemplares de edad intermedia. Los autores citan una serie de estudios que tratan sobre esta hipótesis y en ellos se demuestra que los animales jóvenes son peores cazadores que los animales de mayor edad, empeñan más tiempo en capturar cada presa y se alimentan de presas más fáciles de matar. No obstante, los estudios no aportaron datos sistemáticos recientes de individuos independientes y los autores afirmaron que no soportaron la existencia de ningún tipo de individuo problemático.

Se encontraron algunos pocos casos en los que carnívoros jóvenes mataron más presas de las esperadas. Estas pocas excepciones se dieron en las proximidades de áreas protegidas. A menudo fueron juveniles, sobre todo machos, con más tendencia a dispersarse y adentrarse en zonas conflictivas (Saberwall et al., 1994). Esta evidencia estaría de acuerdo con la categoría del problema “individuo en el lugar inadecuado” (tipo 1). A pesar de la lógica de este argumento, los autores consideraron que hubo poca evidencia de que los juveniles maten un número desproporcionado de ganado/encuentro que los adultos (tipo 2).

Por mucho tiempo se ha asumido que los individuos viejos o enfermos podrían recurrir al ganado cuando fuesen incapaces de cazar presas silvestres, aunque la evidencia que avala este hecho es mínima. La única evidencia procedió de jaguares (Panthera onca) en América del Sur y Central (Hoogesteijn et al., 1993). La mayoría de los otros estudios revisados por los autores revelaron que los depredadores de ganado gozaron de buen estado de salud. Por este motivo, consideraron que no posibilitaron ninguna evidencia firme de ningún tipo de problema individual.

¿Qué sexo está generalmente implicado en la depredación de ganado?

En general, ambos sexos están implicados en la depredación de ganado, pero existe una casi universal tendencia hacia los machos en los casos de individuos que han sido disparados o atrapados tras episodios de depredación. No obstante, este patrón no se ha detectado en especies sociales como los lobos. Según los autores, esta tendencia podría deberse a un proporción de sexos (sex ratio) sesgada hacia los machos o bien a unas técnicas de depredación que los hace más vulnerables.

La mayoría de las especies de carnívoros muestran algún grado de dimorfismo sexual (Gittleman y Valkenburgh, 1997). Unido a esto se han detectado diferencias intersexuales en la dieta de muchas especies (Pulliainen et al., 1995; Sunde y Kvam, 1997). Mientras que el tamaño corporal podría explicar que los machos maten ganado de mayor tamaño, no explica que las hembras sean tan pequeñas como para que tengan que matar ovejas o cabras. Por otro lado, los territorios y los movimientos de los machos podrían suponer una mayor tasa de encuentro con el ganado o quizás haya algo intrínseco en los machos que promueva el hecho de asumir mayores riesgos (Wilson et al., 1994). A pesar de todo esto, los autores no se consideraron capaces de distinguir entre los dos posibles tipos de individuos problemáticos que los machos podrían representar.

¿Surplus killing: individuos problemáticos o comportamiento natural?

El hecho de encontrar múltiples cadáveres de ganado sin comer o parcialmente depredados es un componente común en los casos de depredación de carnívoros sobre el ganado (Andelt et al., 1980; Fox y Chundawat, 1988; Anderson et al., 1992; Fritts et al., 1992) y el hecho de que existe un “individuo problemático” en la zona es ampliamente reclamado por los ganaderos. Sin embargo, existen muchas evidencias que indican que el “surplus killing” es una extensión natural del comportamiento de “muerte múltiple”, donde se matan más presas de las que se pueden comer de una vez para consumirlas totalmente en un tiempo posterior más prolongado. Según los autores, este tipo de comportamiento es adaptativo si surge la oportunidad. Se ha propuesto que, mientras que el comportamiento de búsqueda puede ser inhibido por la muerte y la saciedad, no lo consigue el comportamiento de muerte múltiple (Kruuk, 1972). Sin embargo, se dan pocos casos de muertes múltiples en presas silvestres, debido al buen desarrollo del comportamiento antidepredador de la  mayoría de estas presas (Caro y Fitzgibbon, 1992).

Según los autores, la selección natural no debería favorecer el comportamiento de matar sólo lo que vas a ser capaz de comer de una vez bajo circunstancias artificiales. Por todo ello, el surplus killing no refleja la evidencia de que exista un problema individual de ningún tipo, aunque podrían darse diferencias en el modo en el que los individuos reaccionan a una situación dada donde exista la posibilidad de realizar este tipo de comportamiento (tipo 2).

Personalidad animal

Un prerrequisito para la presencia de individuos problemáticos de tipo 2 entre carnívoros que matan ganado es la existencia de individualidad entre carnívoros silvestres. La mayoría de los científicos que han estudiado individuos de cualquier especie de mamífero tienen tendencia a reconocer subjetivamente que diferentes individuos parecen comportarse de manera ligeramente distinta (Bekoff, 1977).

Aunque los análisis formales de patrones de personalidad no se han aplicado a carnívoros de otras especies, existen casos en la literatura que avalan la existencia de rasgos de comportamiento individuales. Para los autores, en primer lugar, los carnívoros de gran tamaño son intrínsecamente difíciles de estudiar; en segundo lugar, la observación investigadora de la depredación es rara. Es difícil reunir suficientes datos de cada individuo como para cuantificar un parámetro consistente de depredación individual; sin embargo, cada trabajo es vital. Los autores aprecian que es necesario parar de reunir variación como un inconveniente y examinar los individuos como individuos. Los ejemplos de los leopardos y los leones son la evidencia más firme disponible para la existencia de los dos tipos de problemas individuales. Abogan a la necesidad de datos sobre la ontogenia de imágenes de búsqueda, comportamiento de reconocimiento de presas y comportamiento de cambio cuando están presentes ambos tipos de presas: silvestres y domésticas. Sin embargo, debería estar claro que los carnívoros son organismos tan complejos y viven tanto tiempo que el potencial para la individualidad, y la creación de individuos problemáticos, existe.

Cuidado del ganado: ¿influye en el desarrollo de individuos problemáticos?

Los autores hipotetizaron que el cuidado del ganado fue el principal factor que lideró la posible formación de individuos problemáticos. En sistemas donde ovejas, cabras o vacas están continuamente cercadas, mantenidas en campo abierto, o confinadas por la noche en un vallado o estructura similar (Kruuk, 1980; Mizutani, 1993; Linnell et al., 1996), la depredación sobre el ganado requiere el desarrollo de un comportamiento especializado por parte del depredador. Para matar con éxito el ganado, el depredador tiene que sobrepasar al pastor y sus perros, entrar en campo abierto, o cruzar barreras físicas. Estos comportamientos requieren aprendizaje y no es factible que lo desarrollen animales jóvenes o las hembras que, de forma natural, son más cautas (Sukumar, 1991). No obstante, la distribución dispersa de ovejas a lo largo de un hábitat de caza normal de un carnívoro puede aumentar los encuentros entre éstos y las ovejas, sin ningún comportamiento de búsqueda requerido por parte del primero. Los autores plantean la hipótesis en la que, bajo estas condiciones, los individuos problemáticos (de tipo 1 o 2) son más difíciles que aparezcan porque la mayoría de ellos tienen la oportunidad de matar ganado sin el desarrollo de comportamientos especializados. Esto podría explicar por qué las pérdidas de ovejas en Noruega (Sagør et al., 1997) son mucho más elevadas que en otros países (Warren and Mysterud, 1995; Kaczensky, 1996).

Identificando y gestionando “individuos problemáticos”

Incluso si existen individuos problemáticos, su manejo es complicado. La gestión basada en la eliminación selectiva de individuos problemáticos depende de los métodos de control selectivos y de la capacidad de definir e identificar a esos ejemplares. Los autores indican que cualquier forma de control selectivo es preferible a una reducción amplia de la población. Aunque se usan a menudo traslocaciones como una alternativa no letal a la muerte de un individuo, hay muchos problemas con la rutina de uso de este sistema (Linnel et al., 1997). En efecto, la mayoría de las soluciones efectivas en el caso de especies amenazadas son: modificar las técnicas ganaderas o zonar el uso de la tierra para reducir o prevenir la depredación, más que depender de la reacción después del evento (Linnel et al., 1996).

CONCLUSIONES

Existe evidencia para creer que tanto individuos como grupos demográficos dentro de una población de carnívoros pueden mostrar diferentes rasgos de comportamiento. Esto podría, en teoría, producir “individuos problemáticos” que, a menudo, se asume que son los responsables de la mayoría de casos de depredación de ganado. Los machos adultos están implicados en más episodios de depredación que cualquier otra clase de edad o género, y hay poca evidencia de que los juveniles o los individuos viejos depreden desproporcionalmente sobre el ganado. El surplus killing debería considerarse como una extensión del comportamiento natural de muerte múltiple más que una evidencia de un individuo problemático. Los datos de campo no permitieron a los autores determinar si, de hecho, hay alguna diferencia individual cuando se consideran la disponibilidad de ganado y las tasas de encuentro. La única forma de obtener datos de campo es monitorizar de manera intensiva los movimientos y el comportamiento depredador de diferentes individuos en relación a la distribución del ganado. Cada trabajo es difícil y caro, pero vital para determinar si hay alguna base científica para el establecido paradigma de gestión de la eliminación de individuos problemáticos. Los autores plantearon la hipótesis de que la mayoría de los individuos de especies de grandes carnívoros podrán, al menos ocasionalmente, matar el ganado accesible que se encuentren. Si es así, esto implica que el control de individuos problemáticos necesitará eliminar la mayoría de individuos que tenga la posibilidad de encontrarse con ganado. Esto se podría aceptar si la conservación de los carnívoros se basa en zonas desiertas libres de ganado o de uso de la tierra, pero no funcionarán en paisajes en los que se den múltiples usos donde el ganado está disperso a través del área en la que los carnívoros están siendo conservados.

REFERENCIAS

Andelt, W. F., D. P. Althoff, R. M. Case and P. S. Gipson (1980). “Surplus killing by coyotes”. Journal of Mammology 61: 376-377.

Anderson, J. L. (1980). “The re-establishment and management of a lion (Panthera leo) population in Zululand, South Africa. Biological Conservation 19: 107-117.

Bekoff, M. (1977). “Mammalian dispersal and the ontogeny of individual behavioral phenotypes”. American Naturalist 111: 715-732.

Caro, T. M. and C. D. Fitzgibbon (1992). “Large carnivores and their prey: the quick and the dead. Pages 117-142 in M. J. Crawley, editor. Natural enemies: the population biology of predators, parasites and diseases. Blackwell Scientific Publications, Oxford, England.

Fox, J. L. and R. S. Chundwat (1988). “Observations of snow leopard stalking, killing and feeding behaviour”. Mammalia 52: 137-140.

Gittleman, J. L. and B. Van Valkenburgh (1997). “Sexual dimorphism in the canines and skulls of carnivores: effects of size, phylogeny, and behavioral ecology”. Journal of Zoology, London 242: 97-117.

Fritts, S. H., W. J. Paul, L. D. Mech and D. P. Scott (1992). “Trends and management of wolf-livestock conflicts in Minnesota”. United States Department of the Interior, United States Fish and Wildlife Service, Resource Publication 181.

Hoogesteijn, R., A. Hoohesteijn and E. Mondolf (1993). “Jaguar predation and conservation: cattle mortality causede by felines on three ranches in the Venezuelan Llanos”. Symposium of the Zoological Society of London 65: 391-407.

Journal Citation Reports (2016). Consultado el 9 de Agosto de 2016. https://jcr.incites.thomsonreuters.com/JCRJournalProfileAction.action?pg=JRNLPROF&journalImpactFactor=0.781&year=2015&journalTitle=WILDLIFE%20SOCIETY%20BULLETIN&edition=SCIE&journal=WILDLIFE%20SOC%20B

Kaczensky, P. (1996). “Livestock-carnivore conflicts in Europe”. Report from the Munich Wildlife Society, Munich, Germany.

Kruuk, H. (1972). “Surplus killing by carnivores”. Journal of Zoology, London 166: 233-244.

Kruuk, H. (1980). “The effects of large carnivores on livestock and animal husbandry in Marsabit district, Kenya”. UNEP-MAB Integrated Project in Arid Lands Technical Report E-4: 1-52.

Linnell, J. D. C., R. Aanes, J. E. Swenson, J. Odden and M. E. Smith (1997). “Translocation of carnivores as a method for managing problema animals: a review”. Biodiversity and Conservation 6: 1245-1257.

Linnell, J. D. C., M. E. Smith, J. Odden, P. Kaczensky and J. E. Swenson (1996). “Strategies for the reduction of carnivore-livestock conflicts: a review. Norwegian Institute for Nature Research Oppdragsmelding 443: 1-118.

Mizutani, F. (1993). “Home ranges of leopards and their impacto on livestock on Kenyan ranches”. Symposium of the Zoological Society of London 65: 425-439.

Pullianen, E., E. Lindgren and P. S. Tunkkari (1995). “Influence of food availability and reproductive status on the diet and body condition of the European lynx in Finland”. Acta Theriologica 40: 181-196.

Saberwall, V. K., J. P. Gibbs, R. Chellam and J. T. Johnsingh (1994). “Lion-human conflicto in the Gir Forest, India”. Conservation Biology 8: 501-507.

Sagør, J. T., J. E. Swenson and E. Røskaft (1997). “Compatibility of Brown bear (Ursus arctos) and free-ranging sheep in Norway. Biological Conservation 81: 91-95.

Sukumar, R. (1991). “The management of large mammals in relation to male strategies and conflicto with people”. Biological Conservation 55: 93-102.

Sunde, P. and T. Kvam (1997). “Diet patterns of Eurasian lynx (Lynx lynx): what causes sexually determined prey size segretation”. Acta Theriologica 42: 189-201.

Warren, J. T. and I. Mysterud (1995). “Mortality of domestic sheep in free-ranging flocks in southeastern Norway”. Journal Animal Science 73: 1012-1018.

Wilson, D. S., A. B. Clark, K. Coleman and T. Dearstyne (1994). “Shyness and boldness in humans and others animals”. Trends in Ecology and Evolution 9: 442-446.

 

Ataques a ganado ovino: características y factores de riesgo

El trabajo fue publicado en la revista Small Ruminant Research en el año 2012.  En el año 2015 (aún no están disponibles los datos para el año 2016), la revista Small Ruminant Research tuvo un «Factor de Impacto» de 1,083. La siguiente tabla muestra la clasificación de la revista en su categoría temática en función de este parámetro en el año 2015 (Journal Citation Reports, 2016).

Categoría de la revista

Total de revistas Posición de la revista Cuartil
Agricultura, ganadería y ciencias relacionadas 58 20

Q2

Los autores y otros datos del artículo:

Mattiello, S., T. Bresciani, S. Gaggero, C. Russo and V. Mazzarone (2012). «Sheep predation: Characteristics and risk factors.» Small Ruminant Research 105 (1-3): 315-320.

La investigación tuvo como objetivo obtener información sobre las características de las depredaciones en las granjas de ovejas del sur del Distrito de Pisa, con el fin de establecer modelos predictivos para un plan de prevención mejorado y más enfocado (Musiani et al., 2005) y apoyar las intervenciones de las autoridades públicas.

El estudio fue realizado en Val di Cecina, en el Distrito del Sur de Pisa (Toscana, Italia). En este área se confirmó la presencia estable de dos manadas de lobos en las Reservas Naturales de  Berignone-Tatti y Monterufoli-Caselli (AA. VV., 2007).

En mayo-abril de 2009, se realizaron estudios sobre 73 granjas semiextensivas de ovejas seleccionadas a través de la base de información obtenida por las Asociaciones de Agricultores (A.P.A., C.I.A., Coldiretti, Unione Agricoltori) y el Servicio de Salud Pública Local. Esta muestra incluyó casi todas las granjas de ovejas localizadas en la Provincia Sur de Pisa. Las únicas granjas excluidas del estudio fueron aquellas con menos de 10 animales y una granja cuyo agricultor no aceptó ser entrevistado. El tamaño del rebaño fue de un mínimo de 10 a un máximo de 1300 ovejas (media: 339 ovejas). La mayor parte de las granjas fueron gestionadas por familias y los agricultores vivieron en la granja.

Durante las visitas, se recogió información detallada a través de preguntas específicas. En primer lugar, para evaluar la importancia del problema, preguntaron sobre el número y la frecuencia de los episodios de depredación, sobre el número de ovejas matadas durante cada ataque, la identidad del depredador según el ganadero y si la identidad del depredador fue confirmada de otra manera. Entender la distribución temporal de los casos de depredación (frecuencia de aparición y año, estación y tiempo de presencia) puede ayudar a determinar la identidad del depredador y a recomendar estrategias apropiadas de prevención. Se preguntó sobre el tamaño de la granja (números de ovejas y superficie), la proporción de ovejas/ganadero, frecuencia de tiempo del ganadero con la oveja y factores medioambientales (cobertura de vegetación y proximidad a áreas protegidas) para poder identificar factores de riesgo y a partir de entonces, predecir las granjas que podrían estar en riesgo más alto de depredación. Finalmente, preguntaron sobre la presencia, el tipo y el uso de métodos de prevención (vallas o refugios nocturnos, perros guardianes u otros métodos) y, cuando fueron aplicados, una estimación de su eficacia para identificar las estrategias defensivas más provechosas.

Se realizaron una serie de análisis estadísticos para comparar variables continuas (distancia de las áreas protegidas, número de ovejas/granja, superficie de la granja y ovejas/pastor) y también para testar la distribución de frecuencias de las granjas afectadas por depredaciones (ausentes, esporádicas o crónicas) en función de su proximidad a las áreas protegidas, de la cobertura de la vegetación, de la presencia de pastores con las ovejas o el uso de vallados, protecciones u otros métodos preventivos.

RESULTADOS

Frecuencia y características de las depredaciones

En 55 de 73 granjas (75,3 %) los ganaderos relataron al menos un acontecimiento de depredación. No hubo depredación en 18 de las 73 granjas (24,7 %), fue esporádica en 28 (38,3 %) y crónica en 27 (37 %). El acontecimiento más antiguo fue en 1985, pero la mayor parte de ellos (66,7 %) ocurrieron después del año 2000. La información sobre casos de depredación antiguos fue escasa e incompleta. Por ello, la atención se enfocó en los acontecimientos que ocurrieron a partir de 2005. De 2005 hasta la fecha del presente estudio, 13 (23,6 %) de las 55 granjas objeto de depredación declararon un acontecimiento de depredación, 26 (47,3 %) relató 2-10 acontecimientos y las 16 restantes (29,1 %) más de 10.

Según los ganaderos, de 113 acontecimientos de depredación registrados detalladamente, 103 (91,2 %) fueron debidos a lobos, 3 a perros, 2 a jabalíes y el resto a depredadores no identificados. Sin embargo, la responsabilidad de lobos pudo ser confirmada (por observación directa o por inspección veterinaria) en sólo el 34 % (35/103) de los casos atribuidos a lobos.

La mayor parte de los acontecimientos atribuidos a lobos ocurrieron en primavera, con un pico en abril, y el 85,4 % de ellos (88/103) ocurrió durante la noche. El promedio de ovejas muertas durante cada ataque fue 7,05 ± 0,80 (mínimo 0, máximo 37). En el 22,3 % de casos (23/103), el número de ovejas matadas fue ≥10. Las ovejas (77,1 %) y corderos (22,2 %) fueron las presas más frecuentes, mientras que la depredación sobre machos fue casi inexistente.

Factores de riesgo

La proximidad (dentro de un perímetro de 5 kilómetros) a las áreas protegidas aumentó la probabilidad de una granja a sufrir una depredación crónica. La distancia media de las áreas protegidas fue significativamente más baja en las granjas sujetas a la depredación (6890 ± 744 contra 10716 ± 1072 m, con y sin depredación, respectivamente), sobre todo si la depredación fue crónica (4683 ± 465 contra 9682 ± 852 m, con depredación crónica y esporádica/ausente). La presencia de cobertura de vegetación media/espesa aumentó la frecuencia de depredación crónica. El tamaño de la granja, en términos de cantidad de ovejas y superficie, fue más elevado en granjas afectadas por depredación crónica. Además, estas granjas estuvieron caracterizadas por una relación más alta entre el número de ovejas y el número de pastores.

Métodos de prevención

Ni la presencia de los ganaderos viviendo en la granja, ni la presencia constante de un ganadero con las ovejas, o los procedimientos de control diarios de animales redujeron el riesgo de depredación. Los acontecimientos de depredación se dieron aún en presencia del ganadero, aunque, en estos casos, los ganaderos comentaron que el número de ovejas matadas fue inferior que durante los acontecimientos que ocurrieron en su ausencia.

Los únicos métodos de prevención adoptados fueron armas de gas, vallas nocturnas antilobo, refugios nocturnos y perros guardianes. No fue posible calcular la eficacia de las armas de gas, porque sólo estuvieron presentes en dos granjas y fueron usadas en combinación con otros métodos de prevención.

Las vallas de día estuvieron presentes en casi todas las granjas (71 de 73), mientras que las vallas nocturnas estuvieron presentes sólo en seis. Ninguna estuvo electrificada. Su presencia no ayudó a prevenir la depredación, y sus características (en términos de altura, la forma de red y el tamaño, el anclaje y la profundidad en la tierra) no afectaron a la frecuencia de depredación. Sin embargo, los ganaderos relataron un posible efecto antilobo de las vallas nocturnas a la hora de reducir la intensidad de depredación durante el verano, cuando las ovejas por lo general se dejan pastando durante la noche.

La presencia de refugios nocturnos ayudó a reducir parcialmente el riesgo de depredación crónica, pero sólo si este procedimiento fue adoptado para todos los tipos de animales (no sólo para las hembras preñadas y los corderos) a lo largo del año entero (no sólo durante la estación fría).

Los perros guardianes estuvieron presentes en 38 granjas (52,1 %). El número medio de perros en estas granjas fue 5 ± 0,5 perros/granja (rango: 1-15). Estuvieron presentes principalmente en fincas grandes (con un promedio de más de 500 ovejas/granja), y el número medio de ovejas por perro fue 119,5 ± 12,0 (media 20, máximo 325). Los perros habían estado presentes durante más de diez años en el 60,5 % (23/38) de las granjas, mientras que en el 20,8 % (8/38) de las granjas fueron introducidos después de 2005. Por lo tanto, no fue posible una comparación de la eficacia de los perros guardianes antes y después de su introducción . La frecuencia de depredación crónica fue más alta en granjas con perros guardianes que en aquellas sin ellos (52,6 % contra 20 %). Sin embargo, el 27 % de los ganaderos declaró que hubo una reducción de las depredaciones después de la introducción de perros guardianes.

INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS SEGÚN LOS AUTORES

Según los autores, el lobo es el autor más probable de la mayor parte de los casos de depredación. Aunque en muchos casos la responsabilidad no fue demostrada y sólo pudo ser supuesta, la distribución espacial  y temporal de los acontecimientos de depredación juntos con sus características parecen apoyar la hipótesis del papel del lobo en estos acontecimientos (Zimmerman et al., 2007).

El pico anual de depredación fue registrado en primavera. Para los lobos, representa un período crucial, como corresponde a la estación de nacimientos y por lo tanto a un aumento de las exigencias alimenticias de la manada (López, 1995). Además, los ataques fueron más frecuentes durante la noche, de acuerdo con el comportamiento típico del lobo (Zimmerman et al., 2007). El elevado número de ovejas matadas durante cada ataque confirmó los casos de lobadas (surplus killing), que con frecuencia se ha registrado en lobos sobre presas de tamaño medio, vulnerables y abundantes, como las ovejas de fincas, sobre todo durante la época de pastos (López, 1995).

La localización de los casos de depredación también sugirió que los lobos jugaron un papel importante en estos acontecimientos. La mayor parte de las granjas sujetas a depredación crónica se encontraron en un área dentro de 5 kilómetros de las dos Reservas Naturales de Berignone Tatti y Monterufoli-Caselli (AA.VV., 2007). Por  lo tanto, la proximidad a estas áreas pudo ser considerada como un factor de riesgo que pudo aumentar la probabilidad de depredación.

Otro factor de riesgo importante fue la presencia de cobertura vegetal. El tamaño de la granja y del rebaño, junto con una relación oveja/pastor elevada, también incrementó el riesgo de depredación. Esto pudo ser debido a que los grandes rebaños fueron más difíciles de controlar por el pastor o por los perros guardianes.

Las granjas más grandes también tendieron a tener una proporción de oveja/pastor más alta. Aunque el número de pastores aumente el tamaño del rebaño, esta tendencia no es lineal, y esto conduce a una relación no favorable en granjas muy grandes, donde un ganadero puede ser responsable de más de 500 ovejas. Esto obviamente reduce la posibilidad de control sobre los animales y aumenta el riesgo de depredación crónica. Esto pudo ser uno de los motivos por el que aún la presencia constante de un ganadero con las ovejas pudo no prevenir la depredación, aunque esto al parecer contribuyó a limitar las pérdidas. Un problema similar fue probablemente la razón principal de la baja eficacia de los perros guardianes. Los datos mostraron que el promedio de ovejas controladas por perro fue de 120. Este valor a menudo fue mayor, alcanzando picos de 325 ovejas/perro. Además, hubo que tener en cuenta que, sobre todo en los grandes rebaños, las ovejas fueron a menudo divididas en subgrupos, y el número de perros fue a veces insuficiente para controlar todos esos grupos más pequeños. Otra limitación en relación al uso de perros guardianes es la presencia de turistas en la zona. Si estos perros no están bien entrenados, pueden ser agresivos y representar un peligro para las personas Coppinger y Coppinger, 2005).

En el estudio, la presencia de perros guardianes no sólo tuvo baja eficacia para reducir la depredación, sino que incluso la probabilidad de una granja de ser objeto de una depredación crónica fue en aumento con la presencia de perros.

Los vallados diurnos y nocturnos, al parecer, no jugaron ningún papel para reducir la depredación. Tiene que apreciarse que, en la mayoría de los casos, estas vallas tuvieron la función única de control de las ovejas, y, aún en el caso de vallas nocturnas antilobo, no estuvieron electrificadas. Sin embargo, en el Distrito de Pisa, los agricultores estuvieron poco dispuestos a adoptar este método de prevención, debido al alto coste inicial de instalación (que parcialmente podría ser financiado por la administración pública) y, sobre todo, a los gastos de mantenimiento.

CONCLUSIONES

Los resultados de esta investigación destacaron el impacto de la depredación en el Distrito del Sur de Pisa y pusieron énfasis en la necesidad de encontrar soluciones técnicas y políticas a este problema. La atención debería enfocarse en las granjas grandes, con una cubierta de vegetación espesa y localizada cerca de las áreas protegidas. Aunque no se pudo obtener ninguna indicación clara sobre la eficacia de métodos de prevención, los estudios realizados en áreas similares indicaron que la adopción de cercados eléctricos, perros guardianes bien entrenados y/o otros métodos de prevención deberían ser fomentados por la Administración Pública en particular en granjas con las características antedichas, para probar la eficacia de estos métodos en estas áreas. Sin embargo, la información preliminar y una campaña de concienciación serían probablemente necesarias para animar a los ganaderos a adoptar métodos de prevención.

REFERENCIAS

AA.VV. (2007). “Piano faunistico venatorio provinciale 2005–2010”. Provincia di Pisa, Assessorato Difesa Fauna. Felici Editore, Ghezzano, PI, Italy.

Coppinger, R. and L. Coppinger, (2005). “Livestock guarding dogs: from the tran shumance to pre-zygotic selection”. Carnivore Damage Prev. News 9: 2–9.

Journal Citation Reports (2016). Consultado el 3 de Agosto de 2016. https://jcr.incites.thomsonreuters.com/JCRJournalProfileAction.action?pg=JRNLPROF&journalImpactFactor=1.083&year=2015&journalTitle=SMALL%20RUMINANT%20RESEARCH&edition=SCIE&journal=SMALL%20RUMINANT%20RES

Lopez, B. H. (1995). “Of Wolves and Men”. Touchstone, New York, NY.

Musiani, M., T. Muhly, C. Gates, C. Callaghan, M. Smith, and E. Tosoni (2005). “Seasonality and reoccurrence of depredation and wolf control in west ern North America”. Wildl. Soc. Bull. 33: 876–887.

Zimmerman, B., P. Wabakken, H. Sand, H. C. Pederson, and O. Liberg, (2007). “Wolf movement patterns: a key estimation of kill rate?”. J. Wildl. Man age. 71: 1177–1182.

 

 

 

Efectividad de los perros guardianes en explotaciones de ganado vacuno

Uno de los objetivos de este estudio fue evaluar la eficacia de los perros en la protección de animales de granja, con el fin de excluir a lobos, coyotes (Canis latrans), ciervos de cola blanca (Odocoileus virginianus) y mesodepredadores (depredadores de mediano tamaño) de los pastos. El trabajo fue publicado en la revista Wildlife Research.  En el año 2015  (aún no están disponibles los datos para el año 2016), la revista Wildlife Research tuvo un «Factor de Impacto» de 1,000. La siguiente tabla muestra la clasificación de la revista en su categoría temática en función de este parámetro en el año 2014 (Journal Citation Reports, 2016).

Categoría de la revista

Total de revistas Posición de la revista Cuartil

Ecología

149 115

Q4

Zoología 160 78

Q2

Los autores y otros datos del artículo:

Gehring, T. M., K. C. VerCauteren, M. L. Provost and A. C. Cellar (2010). «Utility of livestock-protection dogs for deterring wildlife from cattle farms.» Wildlife Research 37 (8): 715-721.

Algunos ganaderos de la zona oeste de los Grandes Lagos en Estados Unidos, se han visto afectados negativamente por las pérdidas de ganado asociadas a la depredación y a la enfermedad infecciosa transmitida por animales silvestres. En Michigan, y, más recientemente, en Minnesota, el ciervo de cola blanca infecta continuamente al ganado de tuberculosis bovina (Mycobacterium bovis; Palmer et al., 2001; O’Brien et al., 2002).

El objetivo de los autores fue determinar si los perros guardianes, socializados y unidos al ganado, podrían reducir el uso de la fauna silvestre de los pastos para el ganado, una medida para reducir el riesgo de depredación y la transmisión de enfermedades. Su predicción fue que los perros guardianes reducirían el número de lobos, coyotes, ciervos de cola blanca y mesodepredadores en los pastizales para el ganado, y la cantidad de tiempo que los ciervos pasaron en los pastizales.

Durante 2005-2008, se estudió a los perros guardianes dentro de un área situada en el oeste de la península superior de Michigan, incluyendo los condados de Houghton, Iron, Marquette y Ontonagon.

Se seleccionaron 9 granjas de vacas para carne teniendo en cuenta su ubicación dentro del área de estudio, el hábitat, el ganado en los pastos y su disposición a participar en el estudio. Las granjas contuvieron 19-50 cabezas de ganado en pastos cercados de 10-40 ha. Durante junio-septiembre el ganado se encontró en los pastos y, confinado cerca de las granjas o bien en los edificios durante el resto del año. Todas las granjas estuvieron rodeadas de bosques y seis de ellas incluyeron zonas boscosas dentro de una porción de pastos. Todas las granjas existentes tuvieron cercados electrificados (≥tres cables eléctricos y una altura total de 110 cm), que se usaron para mantener el ganado dentro los pastos. Se añadió una hebra electrificada de alambre a 0,25 m del suelo y cables adicionales para mantener las uniones a 0,33 m en cada granja (Gehring et al., 2010).

Inicialmente se usaron los rastros de invierno y los datos de radio-telemetría del Departamento de Recursos Naturales y Medio Ambiente de Michigan para identificar zonas de estudio probables donde se superpusieran los lobos y las granjas. Estas áreas fueron lugares en los que el Departamento había supervisado manadas de lobos con radio-collar dentro de los 1-2 años del presente estudio. De forma anual, se realizaron seguimientos de huellas y excrementos a lo largo de caminos de tierra y en las granjas situadas dentro de estas áreas. Estos seguimientos fueron durante el final del invierno y el comienzo del verano, para confirmar la presencia de lobos en el interior de los 5 km de granjas experimentales potenciales.

La asignación a las granjas con perros guardianes (n = 6) o de control (sin perro, n = 3) fue aleatoria. Se situaron a 10 km de distancia, para asegurar que los animales silvestres tuvieran el mismo acceso a ambos tipos de explotación. Además, se confirmó que todos los pastos agrícolas fueron usados por lobos, coyotes, ciervos y mesodepredadores -mapaches (Procyon lotor), zarigüeyas (Didelphis virginiana), zorros (Vulpes vulpes) y mofetas rayadas (Mephitis mephitis)-, en base a los censos de rastros realizados antes del comienzo del experimento.

Los perros guardianes fueron entrenados desde las 7-8 semanas de vida por personal especializado que lo integró en las granjas de ganado objeto de estudio.

Se registraron las visitas de los lobos, coyotes, ciervos y mesodepredadores a las granjas de tratamiento y control mediante el uso de franjas de huellas, sobre las que no se depositaron atrayentes. Las revisiones se llevaron a cabo dos veces por semana de mayo a agosto, con las granjas de tratamiento y de control supervisadas simultáneamente durante la toma de muestras en períodos de 6 días.

Entre el 22-25 junio de 2006, se llevaron a cabo muestreos de aves en dos de las granjas con perros y en otras dos de control. Debido a un tamaño de muestra tan pequeño no se llevaron a cabo análisis estadísticos para comparar las granjas.

Entre junio y agosto de 2007 y de 2008, se usó la observación directa para medir el tiempo que los ciervos permanecieron en los pastos de ganado en cuatro granjas con perros y en tres granjas de control. Para ello, se vigilaron los pastos de cada explotación durante 2 horas una vez por semana durante 7 semanas, desde 1 h 40 min antes hasta 20 min después de la puesta del sol.

RESULTADOS

Las granjas con perros guardianes tuvieron un menor número de visitas de lobos, coyotes y ciervos que las granjas de control. No se detectó un efecto tiempo para los lobos, coyotes, o ciervos. Sólo alguna vez se registraron lobos en las granjas con perros en 2005, un año antes de que estuvieran presentes. Durante el año 2005, las visitas de coyotes, ciervos y mesodepredadores fueron similares en las granjas con perros y control. Una vez que los perros guardianes estuvieron presentes, las visitas de lobos y coyotes se redujeron a cero en las granjas protegidas, y aumentaron ligeramente en las granjas de control. No hubo depredaciones de ganado en las granjas protegidas, mientras que las granjas vecinas sí las sufrieron. La visita de ciervos fue menor en las fincas con perros guardianes, y se mantuvieron relativamente estables a lo largo del tiempo. También se detectó una ligera disminución de las visitas de mesodepredadores durante el primer año que estuvieron presentes los perros, en comparación con las granjas de control.

No hubo diferencias en la cantidad de tiempo que los ciervos dedicaron a los pastos durante el año 2007, mientras que pasaron menos tiempo en los pastos de las granjas con perros que en los de control durante el año 2008. Durante 2007 y 2008, los ciervos gastaron un promedio de 3,8 min y 1,2 min en los pastos protegidos en comparación con los 18,4 min y 21,6 min en los pastos de control, respectivamente.

INTERPRETACIÓN DE LOS DATOS SEGÚN LOS AUTORES

Según los autores, el estudio demostró un menor uso de los pastos de ganado por lobos y coyotes, con índices de visitas reducidos hasta 0. Por este motivo, sugirieron que los perros guardianes de ganado podrían ser eficaces para reducir el riesgo de depredación de ganado por los lobos y coyotes en los pastos asociados a pequeñas y medianas explotaciones de ganado vacuno.

El estudio demostró un menor uso de los pastos de ganado por parte de los ciervos, aparte del tiempo empleado en los pastos durante un año. Los resultados avalan el hecho de que los perros entrenados pueden reducir la posibilidad de transmisión de enfermedades entre el ganado y los ciervos al reducir el uso y el tiempo dedicado a los pastos por parte de estos últimos.

Se observó una ligera disminución en las visitas de mesodepredadores a los pastos de ganado durante el primer año que los perros estuvieron presentes. Pero los autores no pudieron continuar monitoreando la actividad los años siguientes. Por lo tanto, no pudieron asegurar que la efectividad de los perros guardianes para disuadir mesodepredadores aumentase a medida que los perros creciesen y se convirtieran en mejores protectores.

Se obtuvieron algunos datos preliminares que sugirieron que los pastos de control tuvieron un menor número de nidos de aves que anidaron en el suelo, posiblemente debido a una mayor tasa de depredación de nidos por parte de mesodepredadores (Gehring et al., 2010b). De ser así, los perros también podrían servir como una herramienta más general para objetivos de Conservación, como la reducción de la mortalidad de las aves que anidan en el suelo mediante la limitación del uso de los pastos a especies de mamíferos de la fauna silvestre. Sin embargo, es necesaria más investigación sobre este tema.

Las franjas de huellas que se usaron  fueron un método pasivo para monitorizar la visita de animales silvestres. Las tasas de visita de depredadores fueron bajas, sin embargo, mostraron diferencias entre las granjas con perros guardianes y las control. No se pudo determinar si los niveles más altos de visitas fueron disuadidos por los perros guardianes. Los autores sugirieron que algunas visitas no deben interpretarse como una medida de la ineficacia de los perros guardianes. Las franjas no midieron el resultado del traspaso de animales a los pastos. Los perros guardianes todavía serían eficaces si persiguiesen a la fauna y limitasen las interacciones entre la fauna silvestre y el ganado. Además, la detección imperfecta de la fauna por parte de los perros podría permitir que la fauna usase temporalmente los pastos, lo que probablemente podría explicar las cantidades iguales de tiempo que los ciervos gastaron en las granjas con perros y de control durante el año 2007.

El coste estimado de cada perro guardián en este estudio fue 1040 dólares americanos por año.

Los autores concluyeron que los resultados han proporcionado pruebas de que los perros guardianes del ganado son una herramienta de gestión no letal efectiva para disuadir a lobos, coyotes y ciervos de los pastos del ganado. Incluso podrían tener una aplicación más general en la protección del ganado y los pastos de una variedad de especies de fauna silvestre, y parecen ser una herramienta de conservación muy versátil y general para la gestión de conflictos que la vida silvestre genera a los seres humanos. Podrían servir como una valiosa herramienta de gestión pro-activa que los ganaderos podrían aplicar a la cría de ganado para ayudar a reducir las pérdidas de ganado producida por las enfermedades y depredación de la fauna silvestre.

REFERENCIAS

Gehring, T. M., K. C. VerCauteren, A. C. and Cellar, A. C. (2010). “Good fences make good neighbors: implementation of electric fencing for establishing effective livestock protection dogs”. Human–Wildlife Interactions 4: 144–149.

Gehring, T. M., K. C. VerCauteren and J.-M. Landry, J.-M. (2010b). “Livestock protection dogs in the 21st century: is an ancient tool relevant to modern conservation challenges?”. Bioscience 60: 299–308.

Journal Citation Reports (2016). Consultado el 1 de Agosto de 2016. https://jcr.incites.thomsonreuters.com/JCRJournalProfileAction.action?pg=JRNLPROF&journalImpactFactor=1&year=2015&journalTitle=WILDLIFE%20RESEARCH&edition=SCIE&journal=WILDLIFE%20RES

O’Brien, D. J., S. M. Schmitt, J. S. Fierke, S. A. Hogle, S. R. Winterstein, T. M. Cooley, W. E. Moritz, K. L. Diegel, S. D. Fitzgerald, D. E. Berry and J. B. Kaneene (2002). “Epidemiology of Mycobacterium bovis in free-ranging white-tailed deer, Michigan, USA, 1995–2000”. Preventive Veterinary Medicine 54: 47 –63.

Palmer, M. V.,  W. R. Waters and D. L. Whipple (2004). “Investigation of the transmission of Mycobacterium bovis from deer to cattle through indirect contact”. American Journal of Veterinary Research 65: 1483–1489.